Hijas de la Resurrección, HHRes

El 2004 ha sido un año de gracia extraordinaria para la joven congregación femenina Hermanas de la Resurrección. El rector mayor les comunicó que esa congregación indígena de guatemalteca había sido aceptada como una nueva rama de la Familia Salesiana.

Las Hermanas de la Resurrección es una congregación religiosa abierta a las jóvenes indígenas de Guatemala. Nació como fruto del fértil proyecto misionero que los salesianos llevan adelante desde 1935 en la diócesis de Verapaz, al norte de Guatemala.

El P. Jorge Puthenpura, originario de la India, y que trabaja en la misión desde 1968, sintió que las jóvenes indígenas debían tener la oportunidad de vivir el carisma de la vida religiosa, pero no al estilo occidental. Movido por el Espíritu comenzó a ensayar una experiencia de vida religiosa con un pequeño grupo de jóvenes indígenas de la etnia q’eqchí. Se trataba de ensayar la vivencia de los valores de la vida religiosa dentro del contexto cultural indígena. Además, la naciente congregación se dedicaría a promover humana y cristianamente a las mujeres y niños indígenas, la parte más desvalida de la población local.

El proyecto cuajó rápidamente. Al principio desconcertó el novedoso experimento de religiosas sin los clásicos hábitos monjiles, vestidas como las demás mujeres indígenas, viviendo una vida religiosa poco conventual y más orientada a animar a las dispersas poblaciones rurales.

La pequeña congregación creció rápidamente. Comenzaron a abrirse varias obras dentro del mundo indígena de Verapaz.

Las hermanas de la Resurrección acogieron en sus casas a centenares de jovencitas ansiosas de crecer. Y las acompañaron en un camino educativo que iba desde los primero grados hasta el magisterio. Para ello buscaron métodos educativos originales y hasta audaces, apartándose del clásico modelo educativo oficial, extraño a la cultura indígena.

Además de estas escuelas-internado, las hermanas se lanzaron a visitar las numerosas aldeas esparcidas en montañas y llanuras. Se proponían reunir a las mujeres allí donde ellas vivían, hablando su propia lengua, viviendo la misma cultura, respetuosas de los ritmos de vida local.

La espiritualidad salesiana, en particular el sistema preventivo de Don Bosco, les vino como anillo al dedo. Don Bosco las cautivó y su estilo educativo encajó perfectamente en su entorno cultural indígena. Parecía diseñado especialmente para ellas el camino fácil de la santidad con alegría en la vivencia de los deberes ordinarios. Si algo abunda en estas comunidades religiosas es la alegría contagiosa y espontánea.

Esta joven congregación lleva adelante dos proyectos educativos y de promoción social de gran dinamismo: Talita Kumi, en San Pedro Carchá, y Carolina Kotska, en Chisec. Ambos proyectos son modelos de organización y eficiencia administrativa. Juntos impulsan una variedad increíble de acciones a favor de numerosas comunidades rurales. Los resultados impactan.