3 de junio - San Carlos Lwanga y compañeros
Carlos Lwanga, el favorito del rey de su epoca, remplazó a José Mkasa (mayordomo principal de la corte del rey Mwanga) en la instrucción y liderato de la comunidad cristiana en la corte, el hizo lo posible por evangelizar y proteger a los varones de los deseos lujuriosos del rey, es identificado principalmente por su frase “pueden quemar nuestros cuerpos pero no nuestras almas”, por las abundantes muertes de cristianos en defensa de la fe.
No sabemos cuántos mártires produjo la persecución del rey Mwanga influenciado por el islam y la homosexualidad, especialmente contra los cristianos en su mayoría jóvenes, solo queda constancia de los que ocupaban un lugar en la corte o tenían puestos de alguna importancia.
Los nuevos cristianos frutos de la conversión ante la persecución, continuaron la obra misionera en Uganda, donde traduciendo e imprimiendo el catecismo a su lengua nativa instruyeron a la poblacion en la fe en secreto, no tenían sacerdotes pero Dios les infundió a aquellos cristianos de Uganda la gracia para vencer con gran valor a las difíciles circunstancias. Los misioneros volvieron después de la muerte del rey Mwanga y encontraron un grupo de cristianos y catecúmenos esperándolos.
Los mártires de Uganda fueron beatificados por el Papa Benito XV el 6 de junio de 1920.
Benedicto XV escribió para la beatificación de los siervos de Dios Carlos Lwanga, Mattías Murumba y sus compañeros, conocidos con el nombre de los Mártires de Uganda:
"Quién fue el que primero introdujo en Africa la fe cristiana se disputa aún; pero consta que ya antes de la misma edad apostólica floreció allí la religión, y Tertuliano nos describe de tal manera la vida pura que los cristianos africanos llevaban, que conmueve el ánimo de sus lectores. Y en verdad que aquella región a ninguna parecía ceder en varones ilustres y en abundancia de mártires. Entre éstos agrada conmemorar los mártires scilitanos, que en Cartago, siendo procónsul Publio Vigellio Saturnino, derramaron su sangre por Cristo, de las preguntas escritas para el juicio, que hoy felizmente se conservan, se deduce con qué constancia, con qué generosa sencillez de ánimo respondieron al procónsul y profesaron su fe. Justo es también recordar los Potamios, Perpetuas, Felicidades, Ciprianos y "muchos hermanos mártires" que las Actas enumeran de manera general, aparte de los mártires aticenses, conocidos también con el nombre de "masas cándidas", o porque fueron quemados con cal viva, como narra Aurelio Prudencio en su himno XIII, o por el fulgor de su causa, como parece opinar Agustín. Pero poco después, primero los herejes, después los vándalos, por último los mahometanos, de tal manera devastaron y asolaron el África cristiana que la que tantos ínclitos héroes ofreciera a Cristo, la que se gloriaba de más de trescientas sedes episcopales y había congregado tantos concilios para defender la fe y la disciplina, ella, perdido el sentido cristiano, se viera privada gradualmente de casi toda su humanidad y volviera a la barbarie."