La formación inicial se desarrolla a través de períodos con objetivos formativos bien definidos; «más que espera, es ya tiempo de trabajo y de santidad.
Es un tiempo de diálogo entre la iniciativa de Dios, que llama y guía, y la libertad del salesiano que asume progresivamente los compromisos de su propia formación».
Es tiempo de decisiones cada vez más exigentes, de diálogo e interacción con la comunidad, hecho de momentos de evaluación, síntesis y renovado empeño, es decir, de tensión espiritual hacia la meta.