14 de abril - Santa Lidia de Schiedam

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Santa Liduvina nace en Schiedam, en una casa pobre y honrada, cerca de La Haya. Es la hija de Pedro, el sereno. La llaman Liduvina, Ludiwina, Lidvina, Ludivina, Lydvid o Lidia. Con quince años comienza su historia de dolor cuando cae en el hielo del lago Schie donde patinaba con sus amigas, al producirse un choque con una de ellas. Se rompió una costilla y entró en cama para no levantarse más. A partir de este momento ya se suceden todos los males y los intentos de curación conocidos en el pueblo. Apostema pertinaz en el lugar de la herida, salen llagas, úlceras, por fin gangrena con gusanos y mucho dolor. Se pasan el día cambiándola de una a otra cama, pero cada traslado es un espantoso tormento; sus piernas ya no la sostienen un día y ya es preciso arrastrarla por el suelo. Enfermedad del fuego sagrado, como lo llamaban en ese tiempo, en un brazo que se consume. También tiene neuralgias. Por si fuera poco, el ojo derecho se extingue y le sangra el izquierdo. Se le producen equimosis lívidas en el pecho que se convierten en pústulas cobrizas. Empieza el mal al hígado y a los pulmones. El cáncer le hace agujero profundo en el pecho. Y para colmo de males, la peste bubónica que asolaba Europa llegó a Holanda y se estableció en Liduvina regalándole dos bubones terribles junto a su corazón. Ella dijo: "dos no está mal, pero tres sería mejor, en honor de la Santísima Trinidad"... y el tercero le brotó en la cara. Sólo la lepra no visitó su cuerpo. La Comunión que le llevaron un día fue el remedio. Iluminada por una gracia repentina descubrió su misión en la tierra: acompañar a Jesús en el Calvario, reparar, clavarse voluntariamente en la cruz, ayudar al Mártir divino a llevar los pecados del mundo. Empieza a ver lo positivo de su vida. Ahora, ayudada por el pensamiento de la generosidad de los mártires, agradece sus dolores al Señor. Comienza a preocuparse de los otros y de sus necesidades. Mantiene su día en la presencia de Dios aunque se produzcan demencias, apoplejías, neuralgias, dolores de muelas, mal de piedras y contracciones de nervios. De su boca salen a un tiempo sonrisas, bondades, alaridos y sollozos y ella misma decía que se olvidaba de su penoso estado cuando veía el rostro del Ángel de su guarda, que le hacía intuir cuál no sería la hermosura del rostro de Dios. Aparecen estigmas junto a los bubones y en los pies y en las manos. Siente de lejos el pecado y repara. Detecta el mal de quienes la visitan y lo desenmascara para poner remedio. Su habitación es un hospital de almas. Pasó al cielo el día 14 de abril de 1433, sus reliquias están en santa Gúdula de Bruselas.